viernes, 30 de agosto de 2013

EL TSÁCHILA QUE SE CONVIRTIO EN SOL

Cuentan los antiguos en Tásichla, Santo Domingo, que hace muchos, muchos, muchos años,  los abuelos de los abuelos podían conversar con los pájaros, en el Cielo donde vivia un enorme tigre de enorme boca, de ojos como los rayos, con garras poderosas y un pelaje muy resplandeciente, pero vivía en la Obscuridad. Un día, el Tigre de la Obscuridad andaba furioso y hambriento y de un solo bocado se comió el Sol y en la Tierra cayeron las tinieblas
Los Tsáchilas (Santo Domingo) vivieron así, en esa larga noche. Se tropezaban unos con otros y se la pasaban todos golpeados y adoloridos, así que decidieron encerrarse en sus hogares y no salir. No podían hacer nada que incluso la comida se escaseaba. Más de una ocasión se escuchaban gritos desesperados de los que eran atacados por las fieras de la selva.
La luna se hallaba confundida por la desaparición del sol, tampoco salía y eso era más grave porque ya no se podia enamorarse con su luz nocturna. Los pájaros morían y los ríos empezaron a secarse porque confundida la lluvia sin la guía de los astros celestes, tampoco caía. 

Angustiados los Tsáchilas decidieron hacer su propia luz e intentaron hacer fogatas con  ramas y alumbrarse con su fuego, pero fue inutil. Pero ellos, los más débiles morían rapido. Mientras el Tigre de la Oscuridad con sus fauces abiertas se acercaba cada vez más a los atemorizados Tsáchilas para devorarlos uno a uno. 

Sus pasos se escuchaban muy cerca de sus casas. Viendo el desastre inminente a los sabios ancianos se les ocurrió crear su propio sol. Los Chamanes (brujos) se reunieron y pensaron en convertir a un joven Tsáchila en el poderoso astro.

Así pasaron tres días tristes y sombríos. Al cuarto día su sorpresa fue total, apenas si podían abrir los ojos, una luz incandescente los quemaba y era casi imposible de resistir verlo. Ahí estaba el sol de nuevo, reinando en lo más alto, alcanzando con sus rayos a todos los Tsáchilas. Con todo su esplendor, ahí estaba de nuevo, pero no lograban soportarlo.

Recordaron los ancianos, que el joven tsachila tenía dos ojos y que seguramente estaba alumbrando con los dos. Por lo que sería necesario que alumbrara sólo con uno. Así que lanzando una gran piedra hacia el cielo y lograron su objetivo, pudieron por fin volver a disfrutar de las bondades del rey sol que ahora anda con un solo ojo.


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EL INDIO CANTUÑA

Les voy relatar una leyenda muy particular de nuestro país la leyenda del indio Cantuña. 

En el libro "Leyendas del Ecuador" hallamos las dos versiones de la leyenda la verdadera la version falsa:

Cantuña tenia una labor que había sido asignada por los franciscanos que era construir una Iglesia en Quito. Este acepto y puso como plazo seis meses, a cambio el recibia una gran cantidad de dinero.

Aunque parecía una hazaña imposible lograr terminarla en seis meses, el Indio Cantuña puso su mayor esfuerzo y empeño en terminarla, reunió un equipo de indígenas y se propuso terminarla. Sin embargo la edificación no avanzaba como él la esperaba. En esos momentos de angustia se presento ante el, Lucifer y le dijo: “¡Cantuña!. Aquí estoy para ayudarte. Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir el atrio incompleto antes que aparezca el nuevo día. A cambio, me pagarás con tu alma.”

Cantuña aceptó el trato, solamente pidió una condición, terminar la construcción lo más rápido posible y que sean colocadas absolutamente todas las piedras.
Cantuña se vio desesperado debido a que vio que los diablillos avanzaban muy rápido, tal como lo ofreciera Lucifer, la obra se culminó antes de la media noche, fue entonces el momento indicado para cobrar el alto precio por la construcción, el "alma de Cantuña".

El diablo al momento de ir ante Cantuña a llevarse su alma, éste lo detuvo con una tímida voz, ¡Un momento! - dijo Cantuña. ¡El trato ha sido incumplido! Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la construcción y no fue así. Falta una piedra. Cantuña había sacado una roca de la construcción y la había escondido muy sigilosamente antes de que los demonios comenzaran su obra.
Lucifer, asombrado, vió como un simple mortal lo había engañado de la manera más simple. Así Cantuña salvó su alma, y el diablo sintiéndose burlado, se refugió en los infiernos sin llevarse su paga.

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LOS HIJOS DEL PADRE CHIMBORAZO

Cuenta la leyenda que en tiempos muy antiguos, la Madre Tungurahua acusaba a su esposo de que no le podía dar hijos blancos como él. En represalia y mucho enojo, ella solía escupirle el lodo y la ceniza que hervía en su vientre.

El padre Chimborazo por su parte, lleno de amor propio y de virilidad, no quiso que su esposa continuara escupiéndole.

Así pues, cuenta la leyenda que hizo que una hermosa joven pasara por sus faldas en persecución de una de sus ovejas perdidas, que el Padre Chimborazo dejó escapar por las breñas. Y así fue ella a sus plantas, halló un hermoso frijolito de piel blanca. Lo recogió cariñosamente y lo aprisionó en la cintura, entre la faja y su vientre maternal. Así se obró el prodigio del Padre.

El frijolito buscó camino y se introdujo en el vientre de la joven.


Y desde ese instante el vientre de la hermosa joven fue creciendo día a día, mes a mes, hasta que en nueve lunas, alumbró un hermoso bebe parecido al Padre Chimborazo: piel blanca, cabellos dorados, igual al Apu de la nieve. Este fue el primogénito del Padre Chimborazo.

"Apu.- Los Apus son espíritus que habitan dentro de los cerros. Son concebidos como una fuerza inmanente, capaz de ejercer el poder de su liderazgo y vigor sobre las cosas y las personas. Un Apu es también es espíritu de los cerros; a veces es masculino, a veces femenino; en gran medida eso depende de si es hombre o mujer a quien se le aparece"

Por ello haciendo memoria de estas cosas, todos los lugareños sostienen que éstos niños son hijos del monte.

Es por eso que nuestros adultos mayores creen que el fréjol abulta (infla) el vientre, más aún cuando se lo come cocido y enfriado. Existen también ciertos abuelitos que aconsejan a sus jóvenes nietas o lugareñas a no caminar por las faldas de los montes ya que éstos procrean con las doncellas.

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martes, 15 de enero de 2013

EL PADRE ALMEIDA

En esta história se nos cuenta, la vida de un sacerdote o padre conocido en nuestra localidad, el cual no era precisamente el mejor de todos debido a su mala conducta.

La leyenda cuenta que este padrecito, todas las noches salía a tomar aguardiente (puro), pero para salir de la iglesia él tenía que subir y lo hacia apoyandose en un brazo de la estátua de Cristo, pero cierta noche minetras intentaba salir se dio cuenta que la estatua lo regreso a ver y le dijo: ¿Hasta cuando padre Almeida? y este le contesto sarcasticamente "Hasta la vuelta" y se marcho.

Una vez ya emborrachado, salió de la cantina y se encontraba paseando por las calles de antiguo Quito, hasta que pasaron 6 hombres de alta estatura y completamente vestidos de negro cargando un ataud, aunque el padre Almeida penso que era un toro que habia salido de algun corral, con el cual chocó y se desplomo, pero al levantarse regreso a ver en el interior del ataud, y para su sorpresa era él, el padre Almeida dentro del ataud, del asombro huyo del lugar. 

Al llegar a la Iglesia se puso a pensar que eso era una señal y que si seguia así podia morir de seguro como castigo, entonces desde ese día ya no a vuelto a tomar y el padre observaba la cara de la estatua de Cristo mas sonriente.

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LA CAJA RONCA



En Ibarra se dice de dos grandes amigos, Manuel y Carlos, a los cuales cierto día se les fue encomendado, por don Martín (papa de Carlos), un encargo el cual consistía en que llegasen hasta cierto potrero, sacasen agua de la asequia, y regasen la sementería de papas de la familia, la cual estaba a punto de echarse a perder. Ya en la noche, muy noche, se les podía encontrar a los dos caminando entre los oscuros callejones, donde a medida que avanzaban, se escuchaba cada vez más intensamente el escalofriante "tararán-tararán". Con los nervios de punta, decidieron ocultarse tras la pared de una casa abandonada, desde donde vivieron una escena que cambiaría sus vidas para siempre... 

Unos cuerpos flotantes encapuchados, con velas largas apagadas, cruzaron el lugar llevando una carroza montada por un ser temible de curvos cuernos, afilados dientes de lobo, y unos ojos de serpiente que inquietaban hasta el alma del más valiente. Siguiendole, se lo podía ver a un individuo de blanco semblante, casi transparente, que tocaba una especie de tambor, del cual venía el escuchado "tararán-tararán".
He aqui el horror, recordando ciertas historias contadas de boca de sus abulitos y abuelitas, reconocieron el tambor que llevaba aquel ser blanquecino, era nada más ni nada menos que la legendaria caja ronca.

Al ver este objeto tan nombrado por sus abuelos, los dos amigos, muertos de miedo, se desplomaron al instante. Minutos despues, llenos de horror, Carlos y Manuel despertaron, mas la pesadilla no había llegado a su fin. Llevaban consigo, cogidos de la mano, una vela de aquellas que sostenían los seres encapuchados, solo que no eran simples velas, para que no se olvidasen de aquel sueño de horror, dichas velas eran huesos fríos de muerto. Un llanto de desesperación despertó a los pocos vecinos del lugar. En aquel oscuro lugar, encontraron a los dos temblando de pies a cabeza murmurando ciertas palabras inentendibles, las que cesaron después de que las familias Dominguez y Guanoluisa (los vecinos), hicieron todo intento por calmarlos.

Después de ciertas discusiones entre dichas familias, los jóvenes regresaron a casa de don Martín al que le contaron lo ocurrido. Por supuesto, Martín no les creyó ni una palabra, tachandoles así de vagos.


Después del incidente, nunca se volvió a oir el "tararán-tararán" entre las calles de Ibarra, pero la marca de aquella noche de terror, nunca se borrara en Manuel ni en Carlos.Ojala así aprendan a no volver a rondar en la oscuridad a esas horas de la noche.

martes, 18 de octubre de 2011

EL MISTERIO DE LA BOCANA DEL RIO MISAHUALLI. (ORIENTE)

En los albores de la colonización del Oriente ecuatoriano, aguas arriba de la bocana del río Misahuallí y en un fresco claro de la selva, se asentó con su campamento un hombre de tez blanca, el cual que se dedicaba a la explotación del árbol de caucho en la cuenca del río Aguarico.

Así pasaron los meses y un nuevo colono llegó al lugar acompańado de su hermosísima hija, la que inmediatamente causó estragos en el corazón del cauchero. La playa, las aves y las flores, propiciaron el florecimiento del amor, y el romance sonreía en la riveras orientales. 

Como vivían en plena selva y ante la ausencia de una autoridad que legalizara la relación de la pareja, ésta decidió unir sus cuerpos y sus destinos a la sombra de los frondosos y florecidos árboles de guaba. Pero como el amor no produce para vivir, el cauchero tuvo que viajar una vez más al Aguarico (otro lugar en el Oriente ecuatoriano) para recoger la balata (fruto del de la planta de caucho) recolectada por sus trabajadores y llevarla a los mercados de Iquitos. 

La bella chica con el recuerdo de su amado en la hermosa sonrisa de sus labios, recorría la extensa playa solitaria cuando la bańaba el suave sol de la mańana, era ésta una costumbre que le había impuesto el amor. Mas el tiempo pasaba inmisericorde y al final de su paso el cauchero jamás volvió. 

La bellísima mujer presa de una indescriptible pena, desapareció un aciago día como si se la hubiera tragado la tierra. Sus familiares y amigos la buscaron afanosamente por doquier, pero todo fue en vano; las lágrimas y el tiempo, fueron borrando el dolor de su ausencia. 

Los ańos pasaron dándole espacio a la historia y una mańana brumosa y fría, unos indígenas que pescaban por el sector, vieron a una hermosísima mujer parada en la piedra grande de la margen izquierda del río; se acercaron a ella y cuando le preguntaron donde vivía solo seńalo el agua, y lanzándose al torrente sin salpicar una gota ni producir una onda en la superficie se sumergió. 

Los ancianos al escuchar lo ocurrido, aseguraron que la dama era el espíritu de aquella mujer que desapareció sin dejar rastros. 

En esa enorme piedra rojiza de estructura volcánica asentada en el recodo del río Misahuallí, se escucha con frecuencia en las mańanas, una dulce voz de mujer que canta a su amor perdido. Algunas veces ella se aparece a los que pescan en el río, pero quien acude al lugar con intención expresa de encontrarse con ella, nunca logran su objetivo.


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LA BOA Y EL TIGRE. (ORIENTE)



Por el camino que lleva a Misahuallí, a 6 Km. de Puerto Napo, en la comunidad de Latas vivía una familia indígena dedicada a lavar oro en las orillas del río Napo. Un día la madre lavaba ropa de la familia, mientras la hija más pequeńa jugaba tranquilamente en la playa: tan concentrada estaba la seńora en su duro trabajo, que no se percató que la nińa se acercaba peligrosamente al agua, justo en el lugar donde el río era más profundo. Una súbita corazonada la obligó a levantar su cabeza, pero ya era demasiado tarde; la nińa era arrastrada por la fuerte correntada y sólo su cabecita aparecía por momentos en las crestas de las agitadas aguas.

La mujer transida de dolor y desesperación, hincando sus rodillas en la arena implora a gritos ... yaya Dios! .... yaya Dios! Te lo suplico salva a mi guagua, y Oh! sorpresa, la tierna nińa retorna en la boca de una inmensa boa de casi 14 metros de largo, que la deposita sana y salva en la mismísima playa; la mujer abrazando a la nińa llora y sonríe agradecida. Desde aquel día la enorme boa se convirtió en un miembro más de la familia, a tal punto que cuando el matrimonio salía al trabajo cotidiano, el gigantesco reptil se encargaba del cuidado de los nińos.

Pero un tormentoso día, cuando los padres fueron a la selva en busca de guatusas para la cena, la boa no llegó a vigilar a los nińos como solía hacerlo todos los días. Este descuido fue aprovechado por un inmenso y hambriento tigre, que se hizo presente con intenciones malignas. 


Los muchachos desesperados gritaron a todo pulmón “!yacuman amarul! (boa del agua), el gigantesco reptil al oír las voces de los nińos salió del río y deslizándose velozmente entró a la casa; se colocó junto a la puerta, para recibir al tigre que trataba de entrar sigilosamente en el hogar de sus amigos; la lucha que se desató fue a muerte; la boa se enroscó en el cuerpo de felino, pese a las dentelladas del sanguinario animal; los anillos constrictores del reptil se cerraron con fuerza, mientras el tigre la mordía justo en la parte de la cabeza, al final se escuchó un crujido de huesos rotos y ambos animales quedaron muertos en la entrada de la casa.

Cuando regresaron los padres de los chicos, recogieron con dolor los restos de su boa amiga y ceremoniosamente la velaron durante dos días, para luego enterrarla con todos los honores y ritos que se acostumbraban utilizar para con los seres queridos.